
La participación de las promotoras de salud en los proyectos de Fontilles en India
B. Vijay· Representante de Fontilles en India
La participación de las mujeres en los procesos de desarrollo en el ámbito social ha transcurrido en paralelo a su incorporación al mercado laboral a partir de la segunda mitad del siglo XIX y entrado el siglo XX en aquellas partes del mundo consideradas hoy como desarrolladas. A pesar de esto, la violencia y discriminación contra las mujeres sigue existiendo tanto en el llamado mundo desarrollado como en aquellos países considerados en vías de desarrollo, e India en este caso no es una excepción. Afortunadamente podemos constatar hoy día que la sensibilidad de género y el empoderamiento de las mujeres son puntos clave en las agendas de desarrollo. Sin embargo, incluso en este sector se puede apreciar que los hombres siguen gozando de muchos privilegios al mismo tiempo que se reconoce, aún a escondidas, que en muchas ocasiones, las mujeres son más eficientes que los hombres.
Globalmente se puede afirmar, aun con las salvedades propias de la ambigüedad de expresiones como “sociedades en desarrollo” y la discusión inevitable en relación al significado último del concepto de desarrollo, que en contextos llamados de subdesarrollo, pervive y cohabita un modelo de familia y comunidad tradicional y conservadora donde por ejemplo un marido prefiere que su mujer no reciba atención médica antes que ser atendida por un médico hombre. Nos encontramos informes de países como Afganistán y Pakistán – donde la educación de las niñas es en sí mismo un reto a menudo difícil de lograr – donde en un contexto de base, en pequeñas comunidades o aldeas, es mejor recibida una promotora de salud mujer que no un hombre aunque éste pueda estar más cualificado, por ejemplo un médico. La OMS ha constatado, que en estos países citados, dificultades como las grandes distancias desde las aldeas a los centros de salud, el analfabetismo (un 70 % en mujeres frente a un 38 % en hombres) que limita las aspiraciones educativas y de empleo de las mujeres, o las costumbres tribales que prohíben a las mujeres trabajar o ser visitadas por trabajadores de salud hombres, suponen obstáculos insalvables para muchas mujeres y niñas en el momento de necesitar atención sanitaria. En este mismo informe la OMS recuerda que por ejemplo Afganistán está entre los países con mayor índice en muerte maternal del mundo (400 recién nacidos de cada 100.000 no sobreviven al parto en contraste con, por ejemplo, España, donde solo 4 de cada 100.000 recién nacidos no sobreviven al parto).
Puede haber otras razones también, por las que las mujeres trabajadoras en el ámbito de la salud son preferidas en la atención primaria en el ámbito comunitario. En el caso de India, ha sido reconocido por los profesionales del sector no gubernamental e incluso por los funcionarios del Ministerio de Salud, que las mujeres son más eficientes que los hombres en este nivel de intervención en el ámbito rural. Cuando el Programa de Salud Infantil fue iniciado en los años sesenta en India, se crea la figura de las Anganwadi Workers para atender a niños de entre 3 y 5 años en centros rurales de educación infantil. Estas mujeres con el tiempo asumen también responsabilidades en términos de desarrollo dentro de la comunidad, básicamente en cuestiones relacionadas con la salud materno infantil y la movilización de la comunidad para el impulso de mejoras sociales o un mayor desarrollo comunitario. En definitiva se convirtieron en líderes comunitarias con gran influencia y respaldo de la población, sobre todo femenina.
Gradualmente, las mujeres Anganwadi desarrollaron un sistema organizativo similar a un sindicato, para exigir mejoras en sus derechos laborales y sociales. Este proceso reivindicativo y de búsqueda de reconocimiento a su labor acabó reduciendo de nuevo su espacio de acción al ámbito del cuidado de los niños en los centros de educativo infantil, perdiendo cualquier tipo de rol o influencia en el ámbito del desarrollo comunitario. No vuelve a aparecer una figura similar a las Anganwadi en ese rol de mediadoras comunitarias hasta que en el año 2005 el Sistema de Salud Público lanza un plan estratégico para el impulso de la salud en el ámbito rural en India. En este Plan, se crea la figura de las Activistas en salud (ASHAs), una figura clave en la actualidad en la detección de la lepra en India y por ello en los proyectos de Fontilles en este país.
La figura de las ASHAs se va implantando progresivamente en todo el país pero, principalmente, y con mayor facilidad en aquellos estados donde ya existe implantado otro movimiento social también de gran importancia en la lucha contra la lepra. Nos estamos refiriendo a los llamados grupos de autoayuda, que surgen en los años 90 en el estado de Andhra Pradesh y que pronto se extienden a todo el país gracias a su gran popularidad y aceptación en el marco del modelo organizacional de la sociedad india. Los grupos de autoayuda, que por principio siempre tienen mujeres entre sus miembros, surgen en realidad como un movimiento de rechazo y protección social frente a la violencia de género en el ámbito doméstico. Pronto los grupos de autoayuda se convierten en una herramienta de éxito para la capacitación y el empoderamiento de las mujeres. Es frecuente en India el debate en torno a si este éxito se debe a que son un movimiento de mujeres y como tal tenían por finalidad su propio empoderamiento o si en realidad su fin último era el desarrollo de toda la comunidad. Lo cierto es que pasados los años, los grupos de autoayuda se han convertido en herramientas eficaces en la lucha contra la explotación infantil, el alivio de la pobreza, la inclusión social de los discapacitados y por supuesto el empoderamiento de las mujeres. Según diferentes estudios, incluso, los grupos de autoayuda buscan el liderazgo de la mujer en la medida que son consideradas más solventes que los hombres desde el punto de vista de la gestión del grupo . Esta última afirmación es parte de la discusión informal en el ámbito de las ONGs con las que trabajamos en India y subyace en la idea asumida de que los poderes públicos, se aprovechan de esta “superioridad” de la mujer en términos de honestidad, solvencia y eficacia para el beneficio del desarrollo rural y no tanto porque les preocupe la cuestión de género. El debate gira entonces en torno a si el empoderamiento es solo un subproducto, pero no un objetivo en sí mismo. Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que el modelo de los grupos de autoayuda a nivel periférico beneficia a toda la comunidad sin discriminar entre el sexo, la edad o la posición social de sus miembros.
El documento que creó la figura de las ASHAS en 2005 acuña el concepto de “hijas de la villa”. Con esta denominación se excluye formalmente a los hombres de esta categoría. Incluso en algunos estados se da la circunstancia de que solo pueden ser ASHAS las “hijas adoptivas de la villa” excluyendo a las nacidas en esa misma villa ya que tradicionalmente las mujeres acaban yéndose a vivir a la ciudad del marido tras el matrimonio. Desde el año 2005 se han registrado más de 900.000 ASHAS en todo el país, lo que representan un gran logro para las comunidades locales en general y para las mujeres en particular.
En relación a este tema, los poderes públicos en India han ha sido lo bastante listos como para hacer a las ASHAS exclusivamente mujeres. Los hombres en general nunca han sido tan sinceros y eficientes en sus funciones por lo menos en estos niveles de atención primaria en el ámbito rural. El énfasis en las mujeres siempre que planean algo a nivel de base se basa más en lo práctico y utilitario en lugar de considerarse una conciencia superior en cuestiones de género. En el contexto de la India – incluso en Bangladesh – este enfoque ha sido fundamental en la potenciación real de las mujeres en estos niveles de intervención.
Con el inicio de la integración de los servicios de lepra en el Sistema General de Salud y la falta de suficiente personal paramédico preparado, la vinculación con las ASHAS trabajando en salud en atención primaria a nivel periférico es crucial para la detección a tiempo de nuevos casos de lepra.
Cada villa tiene o debe tener una mujer ASHA para actuar como enlace entre la comunidad y el sistema público de salud. Entre los años 2013 y 2015, el 30% de casos nuevos detectados en India lo han sido a través de las ASHAS. El papel de las ASHAS en la lucha contra la lepra no se limita solo a la detección activa sino que también juegan un importante papel apoyando a los pacientes anímicamente y asegurando que estos completan el tratamiento contra la enfermedad y por tanto reduciendo el número de recaídas.
En el momento actual, y asumiendo que la detección activa por personal especializado ha desaparecido de las prioridades de la programación del Programa Nacional de Lucha contra la Lepra en India, la figura de las ASHAS así como su adecuada preparación, en el ámbito rural, se hacen imprescindibles.